En 1905, don Luis Pérez encontró el trozo de hueso de un animal prehistórico “en una barranca del río Salí, en las inmediaciones del lugar denominado Alta Gracia”, y se la obsequió a Carlos Díaz. Supongo que se trataba del doctor Carlos Díaz, uno de los primeros profesores de la Universidad de Tucumán, que fue decano de la Facultad de Ingeniería.
Este publicó un breve artículo sobre el hallazgo, en el tomo 2, 1905, páginas 388-90 de la “Revista de Letras y Ciencias Sociales”, que dirigía Ricardo Jaimes Freyre y que redactaban Juan B. Terán y Julio López Mañán. Se titulaba “Megatherium Americanum Cuv. Apunte para el estudio de nuestras extinguidas faunas, especialmente de los fósiles que yacen en territorio tucumano”. Es posible que sea una de las primeras notas sobre esa temática, en la bibliografía científica local.
Explicaba que “el animal, desgraciadamente, sólo está representado por un trozo de fémur del extremo proximal; pieza que, aunque un tanto deteriorada, conserva la cabeza articular más o menos intacta”. El trozo tenía “forma rectangular, con la cabeza articular o ‘taconilla’ en la misma dirección que la línea del fémur”.
Hacía comparaciones con los esqueletos de Megaterio conservados en museos de Europa, y apuntaba que, a su juicio, “el Megaterio que dejó sus restos en territorio tucumano, no fue de la talla de la del esqueleto que se conserva en Londres (7,260 m), y es, sin duda alguna, un intermediario de éste y del que se conserva en Milán (5,500 m)”. Subrayaba que el Megaterio “fue el animal edentado más colosal que haya pisado la tierra”.